Centenario de César Manrique, arquitecto y artista polifacético


Debido a las condiciones donde le tocó crecer, en un ambiente aislado y provinciano, éste arquitecto de Lanzarote fue un artista totalmente autodidacta. A ello debemos sumar su dificultad con los estudios, pero a la vez su gran facilidad para las artes plásticas y el dibujo.
Aún de niño descubrió a artistas como Matisse, Picasso o Braque. Aquellos rostros, junto a las largas temporadas por la Caleta de Famara marcaron al artista para la posteridad.
La naturaleza realmente abrumadora de ese lugar creo en él un universo estético siempre ligado a lo bello y natural.
Todas estas referencias se reflejaron en el Cesar Manrique arquitecto, el Manrique pintor o el escultor. Era una artista polifacético, en definitiva, un artista con la premisa de entender cómo funciona el mundo. De esta manera, se expresaba a su modo, sin reglas, y con una audacia propia de un isleño.
Madrid-Nueva York; partir para volver
En 1945, abandonó la isla para recalar en la capital española. Allí obtuvo una beca en la academia de bellas artes de San Fernando. Fue en Madrid también donde conoció a quien sería su mujer.
Durante esta época, su imaginario visual y artístico se diversificó. Pasó de observarse en sus obras, únicamente, elementos marinos y referentes a la naturaleza, claramente inspirados en Lanzarote, hacía otro tipo de expresión. En estas últimos proyectos, el artistista demostraba su aprehensión por la realidad, herencia de Matisse y Picasso.
En 1955 y 1960 es seleccionado para la bienal de Venecia, lo cual fue un punto clave para la aceptación de su trabajo.
A partir de ahí recibió encargos de diferentes proyectos de arquitectura provenientes de instituciones como el Banco Guipuzcoano, el Cine Princesa, el hotel Fénix o el mismo Aeropuerto de Barajas. En este periodo florecía con fuerza el perfil de César Manrique arquitecto.
En 1965, tras el fallecimiento de su esposa y con la intención de renovarse, el artista se traslada a Nueva York y comienza a descubrir un mundo totalmente nuevo. Cambió la tranquilidad que en aquel momento reinaba en Madrid, a la vida social y de artistas emergentes de Nueva York. Allí fue contratado en exclusiva por la Catherine Viviano Gallery, una presitigiosa sala donde expuso sus trabajos hasta en tres ocasiones.
«Cesar Manrique era un apasionado por la vida, y es lo que posiblemente le llevó a descubrir y profundizar en diversos campos artísticos. Pasó por la pintura, la escultura y la arquitectura»
1968, El regreso al origen
En 1968 finaliza su aventura en Nueva York. Tras ella regresa a Lanzarote, fuente de inspiración real y a donde él se debía. Así lo confesó en diarios y escritos.
Desde 1965 Lanzarote estaba reestructurando su modelo económico, el cual tornaba hacia abrir la isla al turismo. Ese giro arquitectónico le asustaba. Por ello, también su implicación con la estética de la isla fue total, implantando un modelo de intervención en el territorio. Éste se basó en el diálogo y la preservación de la naturaleza en su esencia, apoyado por el cabildo insular y un grupo de entusiastas locales.
Estos esfuerzos se vieron recompensados años más tarde con la obtención del premio mundial de ecología y turismo de Berlín (1978) y la declaración de Lanzarote como reserva mundial de la biosfera por la UNESCO (1993).
Todas las obras y proyectos de César Manrique apelan a la naturaleza como modelo. En todo momento se critica, radicalmente, la agresividad con que históricamente nos hemos relacionado con el medio natural. Este artista dejó su herencia en forma de edificios y esculturas, que eran en su época auténticos productos de diseño y se pueden apreciar en toda la isla.