Slow Architecture: qué es y cómo implementarlo en un proyecto de obra nueva




La “slow architecture” se traduce literalmente como la arquitectura lenta. Parece extraño que en un mundo que cada día va más rápido, la arquitectura levante el pie del acelerador y pegue un frenazo. Parece que cuando una persona quiere construir una vivienda o un promotor se decide a levantar un edificio, todo tiene que hacerse rápido y en tiempo récord.
El entorno urbano nos empuja a reivindicar que todo sea más veloz y más grande. El crecimiento desmesurado nos ha empujado hacia un contexto repleto de estandarización, de cosas prefabricadas y producidas en masa.
La arquitectura y el diseño de viviendas no son ajenos a esa vorágine. Los proyectos se ajustan con calzador a unos plazos imposibles y la revisión de materiales y herramientas es nula porque no hay tiempo para hacerla. Toda esa premura acaba teniendo consecuencias sobre los proyectos. El resultado, en muchas ocasiones, afecta a los acabados, las instalaciones o al diseño.
El movimiento “slow architecture” rompe una lanza a favor de no sacrificar el bienestar y la calidad de vida por desarrollar un proyecto a toda prisa. Uno de sus pilares es el respeto al medio ambiente, la ecología y la integración total en el paisaje.
¿Qué es el movimiento “slow architecture”?
El “slow architecture” es un método de arquitectura y diseño que prioriza la creación de espacios que promueven la vida lenta. Sus premisas se sitúan en la sostenibilidad social, cultural y, por supuesto, ambiental.
A la hora de proyectar una vivienda de obra nueva se tienen en cuenta distintos factores. Entre ellos, las necesidades de los clientes, el número de ocupantes de la vivienda y el ecosistema del lugar.
La construcción se lleva a cabo de manera ordenada y en comunicación continua con el cliente.
La “slow architecture” se asienta sobre una serie de principios que conectan la edificación con los ocupantes y con el entorno. Repasamos esos pilares.




Dedicar tiempo a pensar y repensar el proyecto
Las prisas están prohibidas en la “slow architecture”. Eso no implica que la obra se eternice, ni mucho menos. La cuestión es aclarar todas las cuestiones antes de empezar de obra. Se trata de concretar todos los materiales, los acabados y la distribución hasta el último detalle.
De esa manera, se evitan cambios de última hora que pueden perjudicar los acabados. También desaparecen esas decisiones tomadas sobre la bocina y de manera apresurada.
Esa manera de trabajar permite prestar atención al detalle y repercute de manera positiva en el desarrollo de la obra y el edificio. Además, el contacto con el cliente es continuo.
Amplitud y espacios diáfanos
La “slow architecture” pivota sobre la idea de diseñar viviendas que fomente la relación entre las personas y con la naturaleza. Por todo ello, siempre se apuesta por espacios amplios y se reduce el número de tabiques y paredes. Tampoco que colocan muebles muy altos, ni piezas que supongan un obstáculo.
La reunión, la conversación y el contacto humano son básicos para la “slow architecture”. Lo mismo ocurre con los espacios exteriores. Las transiciones son fáciles y amables. De esa manera, es sencillo poner en valor la salud y libertad de los ocupantes.
Luz natural es luz de vida
La luz natural es uno de los bienes más preciados a la hora de diseñar una vivienda. La “slow architecture” la pone en valor y apuesta por ventanales grandes que aporten luminosidad a las estancias. De igual forma, la distribución, sin apenas paredes, permite que la luz se expanda por toda la vivienda.
Los beneficios para la salud que aporta la luz natural están comprobados. Por ello, es imperativo aprovecharse de ella y orientar la vivienda hacia la mayor exposición al sol.




Diseño útil y adaptado a las necesidades
Otra piedra de toque importante para la “slow architecture” es la función que van a tener la vivienda y sus estancias. El profesional siempre debe plantearse quién va a ocupar la casa, cuál es su forma de vivir y cómo va a desarrollar sus actividades. El diseño debe adaptarse a esas cuestiones y debe facilitar los movimientos y desplazamientos.
El hogar es un refugio y debe contar con todo lo necesario para que sus habitantes sean felices. Y eso empieza por una vivienda que se adapte y priorice esa cuestión antes que la forma.
Materiales locales y sostenibles
Ya hemos apuntado la importancia del respeto al medio ambiente en la filosofía de la “slow architecture”. Pues bien, a la hora de proyectar un edificio, es importante utilizar materiales sostenibles. Hablamos por ejemplo de la piedra, la madera o el ladrillo. También es posible utilizar fibras como el cáñamo, el lino o el bambú.
Las pinturas o barnices siempre deben ser ecológicos y en base agua. Se descartan productos en cuya composición prime la química y los aditivos artificiales.
En esos materiales se busca la integración con el paisaje, la nula agresión a la naturaleza y una durabilidad prolongada. La “slow architecture” diseña estructuras longevas que duren 50 o 100 años y también incorpora construcciones ya existentes al proyecto.
El objetivo es imaginar cómo el edificio envejece con el entorno y soporta perfectamente el paso de los años.
Arquitectura local y de proximidad
A la hora de levantar el edificio, la “slow architecture” siempre presta atención a las construcciones locales. De esa manera, integra la vivienda en la comunidad local. Además, se utilizan materiales de la zona y se recurre a profesionales de la región.
Siempre se pone el valor el trabajo artesanal y se potencia la cultura del lugar y de su comunidad. Todo ello, se hace respetando el entorno y con una huella de carbono mínima.




Tecnologías respetuosas con la naturaleza
En la “slow architecture” también caben las últimas tecnologías. Eso sí, siempre se apuesta por opciones sostenibles. En el ámbito de la energía, la carta ganadora son las renovables.
Por esa razón, suelen ser habitual instalar placas solares para aprovechar la energía del sol en calefacción e instalaciones de agua. De igual forma, también se recurre a la energía eólica y a la geotermia.
El objetivo es reducir el impacto de la vida humana sobre el entorno porque los edificios son los responsables del 38% de las emisiones de CO2 a nivel mundial.
Armonía y prioridades
Aprovechar las condiciones ambientales es una de las premisas de la “slow architecture”. Siempre se valora la cantidad de luz natural, la incidencia del sol, las rachas de viento y las diferentes temperaturas estacionales.
Integrar el edificio en el entorno es básico. El humano no debe ser el centro sobre el que todo gire. La buena armonía del edificio con la naturaleza y una distribución amable para los habitantes es básico.
Conceptos como la calidad, la sostenibilidad, la durabilidad, la autenticidad, la regionalidad y la racionalidad económica son pilares de la “slow architecture”.
“Slow architecture” es bienestar y calidad de vida
Todas estas ideas son básicas a la hora de desarrollar un proyecto de obra con la “slow architecture” como método de trabajo. Cada vez son más son los estudios de arquitectura que se apuntan a esta filosofía sostenible.
En Molins Design contamos con un método de trabajo que prioriza la satisfacción del cliente y busca integrar las construcciones en el paisaje. Tenemos un compromiso firme con el respeto a la naturaleza y disfrutamos creando viviendas sostenibles, acogedoras y que invitan a la vida lenta.